“Caballero español,
centauro legendario
jinete valeroso y temerario.
Tu deber y tu honor
te lleva al sacrificio
De “esta guisa” partíamos a las 8:45 hacia
el pantano de Santa Teresa el “mini-regimiento”
de caballería “La Pájara” y así, ensillados
en nuestros velocípedos cuan “jinetes
valerosos y temerarios“, comenzábamos a eso de las 9:45 a circundar el
remanso de agua por los agrestes, pero espectaculares caminos entre encinas y
monte bajo, siempre al fondo la majestuosidad de las aves revoloteando sobre la
gran superficie de agua. (Recordando a Don Félix, podéis tratar de imitar su
voz al leer este párrafo)
La mañana se
presenta espectacular con un sol veraniego que vislumbra altas temperaturas al
mediodía y comenzamos ruta Fernando, Juan Miguel, Paco y Pablo Sánchez, Paco
Martín y José Manuel. Los primeros kilómetros ya nos anuncian que la etapa se
va a hacer dura con continuas subidas y bajadas: hay que tomarlo con calma. La
sección de intendencia (en las bicis de Fernando y José Manuel) alerta de que
falta “pan”, así que llegamos a Montejo y nos presentamos en casa de la señora
Domi, que nos proporciona sendas barras “de ayer o más” y se retrata con
nosotros. Coqueta y simpática esta Domi …
Como el
paisaje se presta y Fernando trae la cámara, paramos bastantes veces para fotos.
El paisaje es bonito entre encinas, rebaños de vacas, piaras de “ibéricos” y
algún que otro regimiento de cazadores armados hasta los dientes en busca del
jabalí. Y entretanto cruzamos Salavatierra y Aldeavieja y nos presentamos en el puente para cruzar el Tormes.
Aunque el pantano está muy bajo esta zona invita a más fotos, con los pacientes
pescadores disfrutando de una estupenda mañana de domingo.
Retomamos la
marcha y comienzan los repechos duros. El Martín, que lleva todo el día poco
solidario, se rezaga y le perdemos la pista. En un llano decidimos esperarle, que
me recuerda la esperpéntica estampa de Vladimir y Estragón en el “Esperando a Godot” de Samuel Becket. ¡En fin! Nos tomamos unas
galletitas resignados ante las no menos justificadas protestas de “El Capi”.
Nos
acercamos al punto de avituallamiento en Cespedosa. ¡Madre mía, qué pared hay que
subir! Sin duda alguna renuncio a cualquier posibilidad de vivir aquí. Una “guapa” vecina nos indica que hay una
fuente junto a la iglesia, así que para allá que vamos. El pueblo está vacío,
pero la iglesia debe de estar repleta porque se oyen los murmullos de los
fieles. ¡Ah! y se deben de haber bebido hasta el agua de los floreros antes de
entrar, porque de la fuente no sale ni gota.
Nosotros a
lo nuestro. De un “manguito” de mi bici sale una botellita de “Pesquera”, de la
mochila de Fernando unas fiambreras de jamón ibérico cortado a mano y del resto
de mochilas sale el pan de “la Domi”. Que trabaje vuestra imaginación. De
postre, Fernando saca el termo y sirve unos vasos de un extraordinario brebaje caliente
que cuando menos contiene café y orujo. ¡Ummmm!
Continuamos
la ruta por una zona más cómoda y bastante bonita. Fernando me indica que esta
parte no está disponible en cuanto el agua del pantano sube un poco. Seguro que
debía estar en la parte baja, porque tras cruzar el municipio de La Tala
comienza una rampa lenta, pero larga, larga, muy larga, que va castigando nuestras ya “tocadas”
piernas. Refundimos grupo casi arriba y tras atravesar Galinduste y unas cuantas porteras
volvemos a divisar el pantano. Dejamos de frente Pelayos para girar a la
derecha y arribar al punto de partida por la parte de abajo de la Presa, que
nos regala 200 metros más de una durísima rampa, porque ya venimos cansados.
Bueno, la
etapa ha sido dura, pero muy bonita y divertida. Como dice Fernando, regresamos
para Salamanca con la satisfacción del deber cumplido. El himno de la
Caballería dice que nuestro deber y honor nos llevó al sacrificio y aceptamos
con orgullo este servicio. ¡Hasta otra!
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