domingo, 7 de octubre de 2012

BORDEANDO EL PANTANO



Dice así el Himno de la Caballería:

“Caballero español,
centauro legendario
jinete valeroso y temerario.
Tu deber y tu honor
te lleva al sacrificio
acepta con orgullo este servicio”

De “esta guisa” partíamos a las 8:45 hacia el pantano de Santa Teresa el “mini-regimiento”  de caballería “La Pájara” y así, ensillados en nuestros velocípedos cuan “jinetes valerosos y temerarios“, comenzábamos a eso de las 9:45 a circundar el remanso de agua por los agrestes, pero espectaculares caminos entre encinas y monte bajo, siempre al fondo la majestuosidad de las aves revoloteando sobre la gran superficie de agua. (Recordando a Don Félix, podéis tratar de imitar su voz al leer este párrafo)

La mañana se presenta espectacular con un sol veraniego que vislumbra altas temperaturas al mediodía y comenzamos ruta Fernando, Juan Miguel, Paco y Pablo Sánchez, Paco Martín y José Manuel. Los primeros kilómetros ya nos anuncian que la etapa se va a hacer dura con continuas subidas y bajadas: hay que tomarlo con calma. La sección de intendencia (en las bicis de Fernando y José Manuel) alerta de que falta “pan”, así que llegamos a Montejo y nos presentamos en casa de la señora Domi, que nos proporciona sendas barras “de ayer o más” y se retrata con nosotros. Coqueta y simpática esta Domi …

Como el paisaje se presta y Fernando trae la cámara, paramos bastantes veces para fotos. El paisaje es bonito entre encinas, rebaños de vacas, piaras de “ibéricos” y algún que otro regimiento de cazadores armados hasta los dientes en busca del jabalí. Y entretanto cruzamos Salavatierra y Aldeavieja  y nos presentamos en el puente para cruzar el Tormes. Aunque el pantano está muy bajo esta zona invita a más fotos, con los pacientes pescadores disfrutando de una estupenda mañana de domingo.

Retomamos la marcha y comienzan los repechos duros. El Martín, que lleva todo el día poco solidario, se rezaga y le perdemos la pista. En un llano decidimos esperarle, que me recuerda la esperpéntica estampa de Vladimir y Estragón en el “Esperando a Godot”  de Samuel Becket. ¡En fin! Nos tomamos unas galletitas resignados ante las no menos justificadas protestas de “El Capi”.

Nos acercamos al punto de avituallamiento en Cespedosa. ¡Madre mía, qué pared hay que subir! Sin duda alguna renuncio a cualquier posibilidad de vivir aquí. Una “guapa” vecina nos indica que hay una fuente junto a la iglesia, así que para allá que vamos. El pueblo está vacío, pero la iglesia debe de estar repleta porque se oyen los murmullos de los fieles. ¡Ah! y se deben de haber bebido hasta el agua de los floreros antes de entrar, porque de la fuente no sale ni gota.

Nosotros a lo nuestro. De un “manguito” de mi bici sale una botellita de “Pesquera”, de la mochila de Fernando unas fiambreras de jamón ibérico cortado a mano y del resto de mochilas sale el pan de “la Domi”. Que trabaje vuestra imaginación. De postre, Fernando saca el termo y sirve unos vasos de un extraordinario brebaje caliente que cuando menos contiene café y orujo. ¡Ummmm!

Continuamos la ruta por una zona más cómoda y bastante bonita. Fernando me indica que esta parte no está disponible en cuanto el agua del pantano sube un poco. Seguro que debía estar en la parte baja, porque tras cruzar el municipio de La Tala comienza una rampa lenta, pero larga, larga, muy  larga, que va castigando nuestras ya “tocadas” piernas. Refundimos grupo casi arriba y tras atravesar Galinduste y unas cuantas porteras volvemos a divisar el pantano. Dejamos de frente Pelayos para girar a la derecha y arribar al punto de partida por la parte de abajo de la Presa, que nos regala 200 metros más de una durísima rampa, porque ya venimos cansados.

Bueno, la etapa ha sido dura, pero muy bonita y divertida. Como dice Fernando, regresamos para Salamanca con la satisfacción del deber cumplido. El himno de la Caballería dice que nuestro deber y honor nos llevó al sacrificio y aceptamos con orgullo este servicio. ¡Hasta otra!



















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