Participantes: Alex, José Manuel, Paco Sánchez,
Antonio y Fernando.
La mañana estaba
fresca y amenazaba lluvia. ¡Qué nubarrones! El router hizo un amago de
abandonar antes de empezar ¿Sería una premonición? Paco y un servidor frenamos
el intento con autoridad. Salíamos algo más tarde con el fin de que Alex se
quitase el “sambenito” de "desaparecido" que le colgaba por no
participar en las salidas de los domingos.
Allí estaba, cerquita
de su casa, lo encontramos esperando, bien tapadito. - ¡Estaba deseando que no vinierais! - espetó nada más vernos
aparecer (estaba deseando retirarse a sus aposentos de nuevo).
Para aperitivo
le preparamos una subidita al Pirulí. Cuando ya habíamos rebasado su casa,
oímos que desde las posiciones traseras alguien dice ¡Me voy a casa! y repite ¡Qué me voy a casa! ¿Sería una broma? ¡Nooo!
Era la voz de Alex. Le entró una “pájara mental” desconocida hasta entonces en
los anales del ciclismo. Pues sí. ¡NOS ABANDONÓ!
El Pirulí
estaba enfrente y avanzamos hacia él en línea recta. Así, a lo bestia, monte a
través, un ratito en bici y otro andando.
Después más
lentejas: subida por la zona militar para bajar como rayos hasta Aldeatejada,
Las Torres, Arapiles, el camino de Carbajosa, y... aquí da rienda suelta Paco
Sánchez a sus fantasías ciclistas: “Es
pronto para volver, vamos por aquí”. Que no significa otra cosa que pura
improvisación.
Tras los
efusivos saludos de un “mastín” en cólera desembocamos a un camino bastante
decente, pero ¿Cual sería nuestra sorpresa? cuando de repente el camino está
cortado por una portera alta y candada, a cuyos lados emerge una doble alambrada
de espino infranqueable. Antonio se asoma a la portera y a la vuelta exclama ¡Nos hemos quedado encerrados dentro de la
finca! - Será fuera – sugiere Paco
Sánchez. – No, no ¡dentro! – vuelve a
rebatir Antonio con su irónica seriedad – Hay
un cartel del otro lado de la portera que indica “Prohibido el paso”.
¡En fin!, acabamos
en pleno monte, previa caída de Fernando sin consecuencias, todos con el pie en
tierra, con las bicis a rastras. No piensen que aquel farragoso campo debe
estar siempre deshabitado; entre los salvajes matorrales Fernando descubrió un
bonito “sostén” de encaje ¿Quién lo habría dejado allí olvidado? El GPS nos
indicaba la proximidad de la carretera de Alba, donde acabamos después de saltar
el alambre por una zona más asequible y atravesar, montados ya en la máquina,
una finca recién cosechada. La ruta finaliza entrando por Átika hacia Santa
Marta y el carril bici.
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