Asisten: Fernando, Juan Miguel, Paco Sánchez, Antonio De
Dios, Héctor, Pedro, Ángel y José Manuel.
Ruta: Vistahermosa, Muñovela, La Valmuza, Matilla de los
Caños, Finca el tejado, El Rodillo, Salamanca.
Comentarios: Amanece en la campiña charra. El Tormes discurre
tranquilo y silencioso a pesar de la crecida, junto a las inmediaciones del
puente romano, donde una vez más, puntuales como siempre a su cita dominical,
aguardan ansiosos de ruta los depredadores del asfalto, hoy dispuestos a sortear
airosos la dificultad añadida que supone el barrizal de la cañada.
Y así comienza la jornada, con una primera parte que ha de
transcurrir íntegra sobre el farragoso asfalto en dirección a Matilla de los
Caños del Río. Fernando, con cautela, ha decidido anticiparse para afrontar con
suavidad la primera parte, dura por el leve pero continuado perfil en subida
hasta el cruce con el hospital Martínez Anido. Por detrás Juanmi también se
anticipa, pero enseguida es engullido por la hoy numerosa manada y debido al
atroz ritmo inicial que marcan Paco Sánchez y José Manuel. Alcanzado el
objetivo de unión con Fernando, se fusiona el grupo y aparecen las primeras
instantáneas.
El descenso hasta el arroyo de La Valmuza es dirigido y
gobernado por “el router”, que hoy mostraba un hambre especial de bicicleta. El
ritmo continúa siendo exigente por la velocidad, por el irregular asfalto y por
los suaves pero continuos toboganes. Llegamos a un punto que Fernando ha
identificado en su GPS como zona de minas. Puede tratarse del expediente de
Minas Hispania, de cuadrículas mineras de estaño y wolframio en los términos de
Calzada de Don Diego, Matilla de los Caños y Vecinos. El caso es que Fernando y
un servidor quisimos echar un vistazo de cerca, atravesando entre las agitadas reses vacunas que
protestaban airosas a ambos lados del camino, y que a nuestro paso huyeron
despavoridas hacia la zona protegida por encinas a la derecha del camino.
Por fin en el bajo topamos con el casco urbano de Matilla.
No hay gente en la calle porque la iglesia está llena. Aprovechamos para el
avituallamiento porque la jornada se presenta larga. Tras la primera rampa en
busca de la carretera que enlaza con la 620 volvemos al ritmo despiadado, esta
vez de la mano de Antonio De Dios. El router tuvo que emplear a fondo su
laringe para que le escuchásemos avisar de que había que girar a la derecha,
tomando el camino que nos dirige a la finca del Tejado.
La primera parte transcurre tranquila, salvo algún que otro
susto de Héctor atravesando las aguas que invadían el camino. Después la tierra
cambia a color rojizo y comienza el suplicio, las ruedas comienzan a engordar
sin tregua y cada vez resulta más difícil completar una pedalada. ¡Menos mal
que la cosa no fue a más! Cuando avistamos el castillo de la Duquesa la cosa se
calma. El terreno, aunque malo, es
conocido y como dice el refrán…
Alguien sugirió salir a la carretera en calzada de Don
Diego, pero hoy mandaba la canción de Manolo García:
"Hago pájaros
de barro.
Hago pájaros
de barro y los echo a volar.
En los mapas
me pierdo,
Por sus
hojas navego.
Ahora sopla
el viento,
Cuando el
mar quedo lejos hace tiempo.
Ya no subo
la cuesta
Que me lleva
a tu casa…"
Así que no
queda otra que seguir por la cañada, sortear barrizal y charcos, chapotear los
preciosos guardabarros de algunos o la mullida badana de otros, disfrutando de
la majestuosa estampa de la dehesa charra adornada por el colorido de los
“pájaros de barro”.
Al llegar al
cruce con la 620 el colofón lo pone un auténtico lago que elimina el camino,
pero “El Pájaro Ibérico”, sereno y astuto, se infiltra entre los arbustos y
cruza airoso bordeando el interino pantano. Tras las últimas instantáneas en el
viejo puente, junto al arroyo, terminamos nuestra jornada premiando con un
sutil lavado a nuestras “galgas”, que ya esperan ansiosas en su guarida la
llegada de otra “quedada de pájaros”.
No os fieis de las reses vacunas...!!!!
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